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El suicidio cobra muchas vidas, además de la de quien lo ejecuta

El mundo conmemoró ayer el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, un creciente e impactante problema de salud pública por el que cada año mueren cerca de 6000 personas en nuestro país, y cuyo número de víctimas se incrementa sin descanso. No soy experto, no podría serlo, aunque me empeñara, por la enorme complejidad de un sinnúmero de variables que llevan a una persona a convencerse de que la única vía de escape o solución de sus problemas es acabar consigo misma; sin embargo, trato de no caer en el pensamiento simplista e inquisidor de calificar a dichas personas como «cobardes» por escoger «la vía fácil», «la puerta falsa».  El suicidio cobra muchas vidas, además de la de quien lo ejecuta: Queda una familia rota y una sociedad cada vez más dolida, Pero también más ausente.

Poco más del 40% de quienes se suicidan tienen entre 15 y 29 años de edad, pero se trata sólo de un promedio porque en Aguascalientes – que tiene el nada plausible primer lugar en tasa de suicidios en México – se ha registrado casos en niños de 10 años.  El lugar preferido es el hogar (74%) sitio que debiera ser sinónimo de refugio, de armonía, de amor; y el método más socorrido es el ahorcamiento o sofocación (77%).

Hace unos días, como queriendo afirmar que lo que dicen las estadísticas es cierto, un joven en Aguascalientes decidió quitarse la vida; como muchos, mostró señales de su depresión e intenciones, lo hizo a través de varios mensajes y publicaciones en Facebook: – «me siento terrible»- decía el primero; después publicó su fotografía con un moño negro superpuesto y el título «descanse en paz». Aunque hubo quienes preguntaron – todo con mesajes de texto – por qué escribía aquello, y qué le ocurría, lo increíble es que  algunos respondieron con un like, como si en lugar de señales de alarma hubiera publicado la fotografía de su mascota o un plato de comida.  El último mensaje, según los medios de comunicación, fue «hoy me les voy banda, nos vemos en mi entierro».

Historias como la anterior y seguramente miles más que quedan en el intento (no pocas veces varios intentos) son terribles por lo que reflejan y por sus consecuencias directas, íntimas; pero también porque de tan frecuentes caen en lo cotidiano, y lo cotidiano las más de las veces se vuelve invisible; invisible para los familiares y amigos más cercanos, invisible para quienes tienen en sus manos el diseño y ejecución de políticas públicas con verdadero interés por el bien de la comunidad; invisibles para la población, que en el mejor de los casos se convierte en mera espectadora de los acontecimientos que nos tienen enajenados como sociedad, encerrados en nuestro pequeño microcosmos, viéndolos pasar por la pantalla de nuestro smartphone, conformes con lo que pasa, siempre y cuando quede fuera de nuestras puertas.  Es paradójico: En un universo plagado de «amigos», como las redes sociales, nadie acudió al llamado.

7 pensamientos en “«hoy me les voy banda»

  1. Juntas dos temas relevantísimos: la depresión que lleva a estos límites y los límites tan absurdos que se reflejan en las redes sociales, donde en efecto la amistad, en general, es sólo una frívola extensión del like. Te sigo leyendo. Abrazo!

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    • Gracias Javier. Aprecio que te des un tiempo para leer a los novatos, sobre todo con tanto camino recorrido (eso te hace más admirable, querido amigo). No me pierdo tus publicaciones.

      Sobre el tema: Para quienes vemos de cerca esta realidad, ya sea por cuestiones de profesión o incluso más de cerca, nos genera tanto dolor como impotencia: ¡Es tan grande el enemigo y tan pocas (o inalcanzables, al parecer) las alternativas de solución!

      Va un abrazo de regreso.

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      • Gracias Javier. Aprecio que te des un tiempo para leer a los novatos, sobre todo con tanto camino recorrido (eso te hace más admirable, querido amigo). No me pierdo tus publicaciones.

        Sobre el tema: Para quienes vemos de cerca esta realidad, ya sea por cuestiones de profesión o incluso más de cerca, nos genera tanto dolor como impotencia: ¡Es tan grande el enemigo y tan pocas (o inalcanzables, al parecer) las alternativas de solución!

        Va un abrazo de regreso.

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  2. Estimado Salvador:
    Cierto, muy cierto. No juzgar, no calificar a la ligera, mejor atender. En Aguascalientes parece que el problema tiene dimensiones considerables. Y yo no veo ningún estudio serio (debe haber modelos), con rigor metodológico, que haya demostrado científicamente la causa o las causas. Igual que con otros problemas (o supuestos problemas) de salud pública. Como sucede con la obesidad, se achaca toda la resposabilidad alas víctimas… ¿será?
    Y otra cosa: ¿qué piensas de quienes por una enfermdad crónica o terminal deciden suicidarse al considerar que su vida ya no es digna?

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  3. Estimado Salvador:
    Cierto, muy cierto. No juzgar, no calificar a la ligera, mejor atender. En Aguascalientes parece que el problema tiene dimensiones considerables. Y yo no veo ningún estudio serio (debe haber modelos), con rigor metodológico, que haya demostrado científicamente la causa o las causas. Igual que con otros problemas (o supuestos problemas) de salud pública. Como sucede con la obesidad, se achaca toda la resposabilidad alas víctimas… ¿será?
    Y otra cosa: ¿qué piensas de quienes por una enfermdad crónica o terminal deciden suicidarse al considerar que su vida ya no es digna?

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    • Como todo dilema, no existe – en mi opinión – una sola solución al problema que planteas. Desde la razón (mi razón), sesgada por estar sano y no padecer un padecimiento crónico o terminal, no apoyo el suicidio asistido y la eutanasia; sin embargo, reconozco que la magnitud del dolor (del alma y de la mente, no únicamente del cuerpo) debe ser insoportable en muchos casos. Conociendo el impacto de algunos de los padecimientos neurológicos más devastadores (la esclerosis lateral amiotrófica, por mencionar sólo alguno) no me extraña que algunos tomen la decisión de terminar con su vida. Me es difícil adoptar una postura contundente al respecto (lo que caracteriza precisamente al dilema ético).

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      • Sí, el dilema ético no tiene una solución general y, por tanto, no se puede tener una postura única. Depende de cada caso. Pero yo sí creo que en algunos casos, ante la solicitud expresa del paciente y con las valoraciones adecuadas, la eutanasia está moralmente justificada.

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