Que se note

De la sabiduría de Don Salvador:

Mi padre fue un hombre sabio. Con apenas el tercer año de primaria logró ser una persona destacada. A sus 28 años fue tesorero de la otrora Asociación de Cineastas Mexicanos. Lo mismo que dos de sus hermanos, fue productor de películas de actores de la talla de Joaquín Pardavé: la época de oro del cine mexicano, le dicen.  También sufrió descalabros.  De estar en la cumbre, pasó a vender cartón de puerta en puerta; y a dedicarse a cuanto oficio lograba desempeñar debido a un fraude de sus socios. Le embargaron todo. Sólo pudo conservar los colchones de las camas de mis hermanos (nunca permitiría que sus hijos durmieran en el suelo).

De ahí, nuevamente, a subir.  Con empeño y esa personalidad tenaz de un autodidacta empedernido, llegó a ser gerente de una compañía.  Quizás esas experiencias, agregadas a una niñez sumamente difícil (en la época de la Revolución ¿quién lo tenía fácil?) fueron las que le volvieron práctico y objetivo, con una filosofía de la vida y un temple que muchos envidiaron y admiraron; entre ellos yo.  En este espacio, por lo tanto, las enseñanzas de mi padre serán visitantes frecuentes.

Estábamos a la sombra de un árbol, en la casa de campo que él tanto disfrutaba. Aunque yo era niño la conversación cayó en el tema de mi carrera, de lo que escogería como profesión.  Fue entonces que me dijo algo que marcó mi vida, y que considero tan cierto como la verdad:

«…no importa lo que estudies, no importa a qué te dediques: yo siempre voy a apoyarte.  Sólo te pido que siempre trates de ser el mejor en lo que haces. Que si eres barrendero, cuando la gente pase por la calle que barriste sepa que nadie más pudo haberlo hecho, mas que tú.  Que se note;  que tu trabajo se distinga de entre los demás…»

Sigo intentándolo, espero algún día conseguirlo