¿Qué importa la inflación, el maratón de casas blancas, aviones y viajes ostentosos con comitivas multitudinarias y el obligado shopping en tiendas de diseño con el dinero del pueblo? ¿Qué importan los prófugos, los desaparecidos, los desatinos encubiertos y que el gobierno baile un zapateado sobre los derechos humanos?
Todo se olvida cuando el Tri se alza con la victoria. Mandamos todo lo relevante a tomar una siesta cuando la Selección de todos consigue un triunfo. Eso sí, un triunfo muy a la mexicana, lleno de mediocridad durante todo el torneo; con intentos de engañar al abanderado, con la ayuda del árbitro, con la complicidad de autoridades, televisoras y afición. Lo importante es ganar; no importa cómo.
Luego tendremos tiempo de ocuparnos de nuestro país, nuestra casa. Mañana – tal vez – tenga un tiempito para hablar de la inseguridad, el rezago educativo, la impunidad y la economía; de las deficiencias de un Estado que por lo menos hoy dormirá tranquilo. No todo está mal: ganamos la Copa Oro. ¡Cómo me duele mi gente, que se distrae con tan poco!