La batalla principal, en la que quizás sea más importante resultar vencedores, es la que luchamos contra nosotros mismos
Hubo un tiempo en el que Roma se constituyó como un verdadero imperio. Su extensión abarcó muchos miles de kilómetros cuadrados a lo largo de más de 40 países. Cuando un general (incluso el mismo emperador, que frecuentemente encabezaba las campañas militares) vencía en alguna batalla; sobre todo cuando ésta era decisiva para el crecimiento de su poderío o por el abatimiento de un ejército enemigo, se organizaba en su honor un desfile en el que el ejército vencedor recibía vítores del pueblo y presentaba ante él los rehenes y tesoros obtenidos a fuerza de espada y sangre.
Los historiadores y novelistas coinciden en describir una escena que llama la atención por su alto contraste simbólico, tomando en cuenta el despliegue de orgullo, ostentación y excesos que seguramente acompañó los festejos de la victoria. Esta imagen es la de un siervo del general o emperador vencedor, colocado detrás de él, que a lo largo del recorrido repetía esta frase sin cesar: «Memento Mori» (Recuerda que eres mortal).
Según algunas referencias que he consultado, la frase completa era «Respice post te! Hominem te esse memento!» («¡Mira tras de ti! Recuerda que eres un hombre» – y no un dios -). Sea como fuere, se trataba de un recordatorio más que pertinente, que en teoría intentaba evitar que el vencedor cayera en la soberbia y arrogancia habituales en quienes se consideran por encima de los demás, hasta el grado de imponer sus caprichos y más vanos deseos a toda costa. No parece, según puede apreciarse en la historia de la mayoría de los césares y generales romanos, que la frase haya surtido efecto; pero como intención fue bastante buena.
Memento Mori, aunque fuera del contexto en el que surgió, sigue vigente como llamada de atención en nuestra vida diaria. Si bien no somos emperadores o generales romanos, tenemos muchas batallas que librar todos los días. La batalla principal, en la que quizás sea más importante resultar vencedores, es la que luchamos contra nosotros mismos. Debemos conquistar nuestros miedos, superar nuestras limitaciones pero, sobre todo, acabar con los errores del ego, con la tentación de creer que por ocupar una posición de poder (llámese cargo público, dirección de una empresa, etc.), o tener un logro académico o económico por encima del estándar, somos merecedores de privilegios y tenemos el derecho de pisotear los derechos de los demás.
Memento Mori es un llamado a la humildad; a valorar las cosas en su verdadera dimensión; a recordar que todo es pasajero. No sería mala idea que alguien (idealmente nosotros mismos) nos lo recordara de vez en cuando.
Simplemente somos… «otro ladrillo en la pared».
Buen texto y buena moraleja de «humildad».
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