Es cuando todo está en su sitio que el paciente y nuestra profesión se benefician de manera indescriptible
Después de tantos años de trabajar en el sector salud, debo reconocer que es difícil no llegar a la conclusión de que en ocasiones (las más de las veces, para ser sincero) parece estar hecho para fallar: la incesante demanda de atención y saturación de servicios, la infinidad de trámites burocráticos, la regulación – frecuentemente excesiva y para nada orientada al servicio o la calidad -, la indolencia de muchos, la arrogancia de otros; la creciente escasez de recursos y el impacto ineludible de las enfermedades crónicas y sus complicaciones son solamente algunos desafíos a los que nos enfrentamos día con día.
No exagero al afirmar que nuestra vocación es puesta a prueba en cada momento; sin embargo, en ocasiones surgen casos que alimentan su fuego; casos en los que todo encaja perfectamente. Es cuando todo está en su sitio que el paciente y nuestra profesión se benefician de manera indescriptible; cuando las autoridades de los gobiernos locales son sensibles y actúan con celeridad, cuando quienes desempeñan cargos directivos en las instituciones de salud toman decisiones en las que el paciente y su familia son prioridad; cuando se conjuntan recursos; cuando voluntades, capacidades y corazones se toman de la mano con el firme propósito de salvar una vida.
Hoy tuve el privilegio de formar parte de esta red de atención; de esta avalancha de diosidencias que me permitieron contribuir, por lo menos en parte, a que un recién nacido lograra trasladarse en helicóptero al Instituto Nacional de Cardiología apenas 24 horas después de diagnosticársele una cardiopatía congénita grave, para ser intervenido quirúrgicamente. Aarón, se llama el pequeño, cuyo nombre por cierto significa luz, o iluminado (¡qué cosas!).
Muchas luchas quedan por librar a este pequeño guerrero, quien aún no está fuera de peligro. Espero que todo vaya bien y que los acontecimientos sigan por el buen camino por el que comenzaron. Seguramente Aarón y sus padres jamás conocerán el nombre de varios de los que hicieron posible su traslado; tal vez no lleguen a comprender en su verdadera dimensión todas las piezas que cayeron en su sitio para lograr en 24 horas lo que muchos considerarían imposible; pero lo verdaderamente importante está en el resultado que todos esperamos: que este pequeño cumpla muchos años, y que llene de orgullo y felicidad a sus padres.