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DIcen – y dicen bien – que recordar es vivir; y nosotros vivimos y revivimos intensamente durante varias horas

 

Hacía un par de semanas que una intención daba vueltas en mi cabeza; sin embargo, la rutina cotidiana, el cansancio habitual al final del día y el sinnúmero de compromisos y tareas acumuladas se interpusieron una y otra vez.  Varias cintas de película aguardaron pacientemente para salir, por fin, del fondo de la repisa en donde habitaron por años; todo por culpa de las tabletas electrónicas y los teléfonos celulares inteligentes, que sustituyeron a las cintas de 8 mm, los casetes y las cámaras de video-filmación: las reuniones familiares, en las que todos convivían para ver viejas películas que no pocas veces se achicharraban por la luz del proyector, han dado paso a la visualización aislada de videos editados on-line.

Pues bien; había que darse un tiempo y nos lo dimos.  Desempolvamos la vieja cámara Sony, conectamos los cables a la pantalla de TV, y esperamos pacientemente a que la cinta diera marcha atrás con ese zumbido tan peculiar que va haciéndose más rápido y agudo conforme los giros se acercan al final (con la inseparable y deliciosa expectación de quien sabe que ya va a llegar).

Apretujados en un sillón, nos dejamos llevar por los recuerdos. Nos emocionamos, reímos y conmovimos con lo que fuimos; comprendimos que en buena parte esos momentos explican lo que ahora somos.  Entre albercas, festivales escolares, competencias de gimnasia y baile; juegos de fútbol, luchas simuladas, primeras comuniones; amaneceres y puestas de sol; cantos, bailes, clavados y piruetas nos convertimos en expectadores momentáneos de nuestra vida de hace cinco, 10 o más años; protagonistas de recuerdos que ya se habían ido a descarsar.

Dicen – y dicen bien – que recordar es vivir, y nosotros vivimos y revivimos intensamente durante varias horas; sin embargo, Las escenas más hermosas no estuvieron en la pantalla sino precísamente junto a mí, en las caras sorprendidas, la mirada añorante, las carcajadas que terminaron en dolor abdominal, y en la buena noticia de saber que continuamos tanto o más unidos que entonces, construyendo el cielo aquí mismo; en el que, con sus noches y sus días, siempren nos sonríen las estrellas.

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