“Con la democracia se come, se educa y se cura”
Regresa la calma. Después de cientos de espectaculares y bardas pintadas, miles de spots televisivos y radiofónicos, decenas de calificativos y bastantes más descalificaciones; después de filtraciones y verdades ocultas, de ánimos caldeados y decepciones, sorpresas y desconciertos; después de buenas propuestas y otras llenas de ignorancia, demagogia y fantasía terminan (por fin) los tiempos electorales en Aguascalientes.
Por diferentes razones estuve muy atento a este proceso. Quizás con el paso de los años me he vuelto más consciente de la importancia que tiene expresarnos en las urnas; tal vez porque en mi familia crece el número de quienes podemos votar y ahora – como nunca antes – analizamos, discutimos y argumentamos a favor de una u otra opción. Quizás también por las enormes expectativas y esperanza de un mejor futuro en esta tierra que escogimos como nuestra, que nos recibió con una canasta llena de bendiciones y a la que deseamos retribuirle con creces por todo lo que nos ha dado.
Veremos lo que viene; sin embargo, hay mucho que reflexionar sobre la manera en la que estamos construyendo la democracia en México. Un país en donde a la mitad (o más) de la población no le interesa votar; un Estado en el que, sin consecuencia política, civil o penal alguna se permite la calumnia y las transgresiones; en el que debes soportar el envío masivo de mensajes de texto para promocionar o desmotivar el voto; de videos y fotografías distribuidas a granel (empleando bases de información cuyos datos deberían estar resguardados por gobierno y empresas, y cuyo uso – obviamente – no fue autorizado por la población); un sistema que el mismo día de la elección permite que te llamen reiteradamente a casa por la madrugada, para correr una grabación en la que apelan al miedo en el intento de orientar tu voto no puede autodenominarse Estado Democrático: «no puede existir democracia sin demócratas», dijo alguien cuyo nombre no recuerdo.
Después de la guerra algunos comienzan a hablar de reconciliación; de echar a andar la tan llevada y traída operación cicatriz, una dádiva que llena la boca e hincha el pecho del vencedor; sin embargo, parecen palabras vanas para quienes, sin límites, hacen lo necesario para lograr sus fines, en ocasiones atentando incluso contra los principios éticos fundamentales. Lejanas parecen las palabras de Raúl Alfonsín, cuando afirmaba que con la democracia se come, se educa y se cura. Esperemos que la vida nos alcance para contribuir a propiciar y ser testigos del cambio que tanta falta le hace a México.