Así vamos, en la carretera del término medio, muy conformes con mantenemos en la manada
De acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española, se define como normal todo aquello que sirve de norma o regla; toda cosa que, por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano. El Diccionario Merriam-Webster se refiere a ello como algo usual u ordinario, así como a una persona física y mentalmente sana.
Desde que nacemos somos obligados a mantenernos dentro del promedio, y nos sentimos a gusto con ello. Después del sexo, que frecuentemente ocupa el primer lugar en la lista de preguntas obligadas, conocer el peso del recién nacido constituye un indicador de bienestar (no sólo en lo que tiene que ver con la salud del bebé, sino incluso con el nivel económico de los padres): no menos de tres kilos, por favor.
Así vamos, en la carretera del término medio, muy conformes con mantenemos en la manada, contentos con ser como todos, bajo la joroba protectora de la Campana de Gauss; mientras más alejados de los extremos, mucho mejor. ¿Pero qué pasa con quienes quedan fuera de la curva?; ¿Qué ocurre con quienes por una o varias situaciones o características de su personalidad no encajan en los estándares impuestos por la sociedad?: lo cierto es que frecuentemente no sabemos lidiar con ellos; entramos en conflicto al no encontrar la manera de descifrar patrones de pensamiento y conducta en los que jamás fuimos entrenados.
Lo anterior, que en sí mismo es importante y afecta cualquier ámbito de la convivencia humana, cobra especial relevancia en el terreno educativo. Para un número importante de escuelas, basta con que un(a) niño(a) no se ajuste al modelo del perfil del alumno para – me consta – encender las luces de alarma y, lamentablemente, provocar situaciones que en lugar de aceptar, valorar, impulsar y crecer en la diversidad, llevan al aislamiento, anulación o separación de estos regalos de rareza, extravagancia y creatividad que frecuentemente se confunden con problemas y casos sin remedio. Sin pensarlo, caemos en la trampa y acallamos esa llama interior de originalidad.
En buena medida, en este tema la labor de los educadores (los padres, en primer lugar) y, ¿por qué no?, de todo aquél que intente convertirse en un verdadero líder, se parece mucho a la del gambusino que, a fuerza de cribar la tierra y arena de los lechos del río, lograba encontrar las pepitas de oro. La tarea puede ser agotadora, pero el resultado bien vale la pena.
Retomando la línea de una de las definiciones que aparecen antes, no es en lo ordinario donde tuvieron su origen El Quijote, la Mona Lisa, la Piedad y la Capilla Sixtina; no fueron personas promedio quienes encontraron la cura para la tuberculosis y la viruela; y queda claro que que nada de común y corriente tienen quienes con sus ideas y acciones han aportado tanto a la humanidad, aunque por ello muchos hayan sido calificados como desquiciados.
Está bien ser diferente. Debemos reconocer el valor de aquello que nos distingue de los demás y nos hace, por lo tanto, extraordinarios: bien encauzado, puede ser fuente de enormes satisfacciones y lo que nos permita trascender positivamente en la vida de los demás.